El politólogo estadounidense Paul Kennedy cita en su libro “Auge y Caída de las Grandes Potencias” el ejemplo significativo de la Alemania del Kaiser Guillermo II en el período anterior a la I Guerra Mundial. Alemania en esa época era una gran potencia con una gran capacidad técnica, económica y militar. Sin embargo, el país se granjeó demasiados enemigos con sus políticas y esto llevó a su derrota final.
El mismo rumbo parece seguir la Administración Trump en EEUU, que está secuestrada por un reducido grupo de extremistas sionistas, comenzando por el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, que busca sumergir a EEUU en varios conflictos y crisis con Irán, Corea del Norte y Venezuela. Esta política exterior extremista e intervencionista contrasta agudamente con las propias promesas de Donald Trump, que se mostró durante su pasada campaña electoral partidario de centrarse en los asuntos internos de EEUU.
En unos pocos días, Trump y su equipo se están enfrentando a varias crisis con varios países. En Venezuela, el intento fallido de golpe de estado ha sido la culminación de varias semanas de intentos fracasados de derrocar al gobierno venezolano y su presidente, Nicolás Maduro. La Administración Trump presionó a decenas de países, principalmente latinoamericanos para que reconocieran a Guaido como presidente interino, pero eso no ha llevado a nada. El reciente golpe de estado fracasado ha fortalecido al gobierno bolivariano y a Maduro, contrariamente a lo pretendido por Washington.
En Irán, las sanciones de EEUU no han doblegado al gobierno de Hassan Rohani y la recientemente retirada de este último con respecto a dos compromisos del acuerdo nuclear, como reacción a las presiones estadounidenses y a la falta de una decidida voluntad europea de implementar sus obligaciones en base a dicho acuerdo, ha generado una crisis en un tema que estaba ya cerrado, pero que la estupidez de Trump ha vuelto a abrir.
En lo que respecta a Corea de Norte, el reciente lanzamiento de varios misiles hacia el mar y el simulacro del lanzamiento de un misil de largo alcance han expuesto el fracaso de los recientes intentos de Trump de lograr algún tipo de acuerdo que pueda paliar lo que supone con toda probabilidad la política exterior más fracasada de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. Tras la cumbre fracasada de Hanoi en febrero ya nadie cree que exista una oportunidad de un acuerdo entre Washington y Pyongyang, dadas las posturas maximalistas de Trump que exige una desnuclearización completa de Corea del Norte a cambio de meras promesas verbales que no tienen ningún valor.
EEUU continúa también generando choques con Rusia y China. En el caso de Rusia, EEUU ha estado aprobando sanciones y desplegando sistemas antimisiles cerca de las fronteras rusas en Rumanía y Japón. A ello hay que sumar el envío provocador de barcos al Mar Negro y la salida del Tratado de Prohibición de Misiles de Alcance Intermedio. Los frentes abiertos con China se extienden desde el lanzamiento de una guerra comercial mediante la aplicación de tarifas hasta la crisis abierta con el envío de aviones y buques norteamericanos a las proximidades de las islas del Mar de la China Meridional y la venta de armas a Taiwán.
Entretanto, el Ejército norteamericano está siendo objeto de un rechazo total a su presencia ilegal en Siria y también en Iraq. Al mismo tiempo, EEUU sigue ayudando a Arabia Saudí y EAU en su fracasada, aunque sangrienta, guerra en Yemen, donde los saudíes se enfrentan a una serie sucesiva de derrotas. Además, la Administración Trump busca crear otra crisis con Cuba mediante el reforzamiento de las sanciones recogidas en la Ley Helms-Burton.
La Administración Trump ha tomado decisiones radicales contra los palestinos, incluyendo la renuncia de facto a una solución de dos estados y el reconocimiento de la ciudad palestina ocupada de Al Quds como la capital de la entidad sionista. Esta política ha puesto fin a cualquier proceso o perspectiva de paz, algo que complace, sin duda, al gobierno extremista de Benyamin Netanyahu, pero que llevará probablemente a la solución de un estado, algo que supondrá en la práctica el fin de “Israel” como “estado judío” en el futuro.
En lo que se refiere a su conflicto más caliente, la de Afganistán, que se ha convertido ya en el conflicto bélico más largo de la historia de EEUU, Washington ha mostrado en 18 años de guerra su incapacidad frente a los talibanes, un movimiento armado considerablemente inferior en personal y en armas, pero que ha conseguido ocupar casi la mitad del país. EEUU busca una salida mínimamente digna al conflicto y está ahora enfrascado en negociaciones en cuyo éxito parece tener mucho más interés que los talibanes.
Se trata en su conjunto de conflictos de larga situación en los cuales EEUU no ha logrado ni una sola victoria, sino solo fracasos y resultados adversos. EEUU ha creado un odio anti-norteamericano allí donde ha intervenido y ha fomentado una reacción patriótica a sus injerencias, ya sea en Irán, Venezuela, China o Rusia. Al mismo tiempo, sus sanciones han privado a las compañías norteamericanas de oportunidades en numerosos mercados, como el iraní, el sirio o el venezolano, en favor de las compañías chinas, rusas y, en menor medida, europeas. También ha puesto en marcha una campaña sin precedentes e irreversible de desdolarización en el mundo.
El periodista estadounidense Brett Samuels escribió en The Hill un análisis sobre lo que él considera un enfoque fracasado de Trump hacia Irán, China, Corea del Norte y Venezuela. Según Samuels, la administración de Trump se enfrenta a una situación crítica en cada caso. La convergencia de crisis está empujando a Trump y sus asesores clave a tomar decisiones que podrían involucrar al Ejército de los Estados Unidos en un juego peligroso, perjudicar la economía de EEUU o deteriorar aún más sus relaciones diplomáticas, además de erosionar definitivamente la alianza con Europa Occidental, irritada con la política exterior estadounidense, que daña sus intereses y el sus empresas.
Otro analista, Robert Manning, investigador del Centro Scowcroft del Consejo Atlántico para la Estrategia y la Seguridad, considera que Trump ha querido imponer su marca personal en los temas política exterior norteamericana y esto no ha tenido más resultado que fracasos sucesivos y un daño creciente y persistente a los intereses de EEUU.