Era el 14 de agosto de 2024, el decimoctavo aniversario de la Victoria Divina, obtenida por los hombres de la Resistencia tras épicos enfrentamientos que duraron 33 días entre Julio y Agosto de 2006. Como en cada aniversario desde aquel triunfo, el pueblo libanés esperaba el discurso del líder de la Resistencia, Sayyed Hassan Nasralá.
Pero el año pasado fue diferente. Sayyed, como su pueblo conoce cariñosamente al Secretario General de Hezbolá, no apareció esa noche. La región estaba tensa y el enemigo israelí permanecía en alerta máxima, anticipando las represalias del grupo de resistencia por el asesinato del alto comandante Fuad Shukur.
Conocido por sus apariciones públicas mesuradas y simbólicas, la ausencia de Sayyed Nasralá de la celebración fue deliberada, parte de una respuesta calculada mientras el enemigo vigilaba. Sin embargo, para el pueblo, fue más que una decisión táctica; se sintió como un vistazo a un futuro que temían. Fue un recordatorio de que los líderes pueden partir físicamente, pero su camino perdura; un camino que el pueblo sigue decidido a defender, sin importar el alto costo, bajo la sombra de la continua agresión israelí.
Durante diecisiete años, en cada discurso que conmemoraba el aniversario, Sayyed Nasralá saludaba al pueblo “más honorable”, como lo llamó una vez al elogiar su desafío y firmeza durante la guerra de 33 días de 2006. Recordaba las impactantes escenas de los sureños regresando a sus hogares destruidos, decididos a reconstruir, con una fe inquebrantable.
Para el pueblo, el aniversario nunca se ha limitado a recordar la gloria de 2006. Siempre ha sido una renovación del juramento de defender la patria contra el enemigo israelí, cuya agresión nunca ha cesado.
Este año, ese significado es aún más profundo. Muchos anhelaban ver a Sayyed aparecer una vez más, para aclamar su épica firmeza durante los 66 días de la brutal guerra israelí contra el Líbano a finales de 2024. Deseaban oírle recordar, como antaño, las escenas de los coches regresando a las aldeas del sur, incluso antes de que entrara en vigor el alto el fuego a las 5:00 a. m. del miércoles 27 de noviembre de 2024, un testimonio de la valentía que corre por sus venas.
También esperaban oírle saludar, una vez más, al “pueblo más honorable”: los valientes sureños que se mantuvieron firmes mientras la ocupación israelí postergaba las fechas límite de retirada de enero y febrero de 2025.
Para ellos, las palabras de Sayyed Nasralá nunca fueron un simple elogio; fueron un sello de honor, un recordatorio ineludible del vínculo entre un gran líder y su pueblo.
Incluso sin su aparición en pantalla este año, la voz de Sayyed Nasralá nunca estará ausente. Se alza en los cánticos de los fieles, en las líneas de sus discursos pasados reproducidas en las pantallas y en los lemas pintados en pancartas que portan jóvenes y mayores por igual. En cada plaza y calle, sus palabras aún conmueven corazones, su imagen aún infunde esperanza y su camino aún dibuja pasos firmes.
Para el enemigo, este aniversario transmite un mensaje claro: el pueblo que Sayyed Nasralá lideró no ha flaqueado.
Permanece como lo hizo en 2006 y 2024: inquebrantable, unido y preparado. La antorcha que una vez portó ahora está sostenida por muchas manos, y su luz no se apagará, por muy feroz que sea la tormenta.
Source: Al Manar