En los últimos días, el Wall Street Journal presentó un informe sobre cómo la entidad ocupante asesinó supuestamente al comandante de alto rango de Hezbolá, Sayyed Fuad Shukr.
Este informe, publicado el domingo pasado, se tituló: “Cómo “Israel” mató a un fantasma” y fue escrito conjuntamente por Sonny Engel Rasmussen, Adam Shamseddin y Carrie Keller Lynn, quienes informaron sobre un supuesto relato que la Oficina de Relaciones con los Medios de Hezbolá ha negado categóricamente.
El periódico estadounidense afirmó que el Mossad israelí penetró en la red de comunicaciones internas de Hezbolá y que el comandante Fuad Shukr recibió una llamada pidiéndole que se trasladara del segundo piso del edificio atacado al séptimo piso.
Esta es la idea principal de la llamada “primicia” presentada por el diario y en la que se basa el título del reportaje. Aquí nos preguntamos: “¿Puede el Mossad realmente penetrar la red de comunicaciones internas de Hezbolá?” ¿Cómo se presentó la persona que llamó al comandante Fuad Shukr? ¿Cuál es la justificación de seguridad que convence a un comandante de este nivel para considerar que un piso es más seguro que otro?
Aparte de la idea del hackeo, hay otras observaciones: el informe proporciona información sobre la vida del alto líder yihadista y su papel en muchos acontecimientos, como el bombardeo al cuartel de los marines estadounidenses en 1983, su trabajo en la seguridad pública y su acompañamiento de los cuatro diplomáticos iraníes, el secuestro del avión estadounidense TWA en 1985, las manifestaciones de condena a los Acuerdos de Oslo en Beirut en 1993, la agresión israelí de abril de 1996, la Guerra de Julio de 2006 y el apoyo libanés el 8 de octubre, tras la heroica operación Inundación de Al-Aqsa.
En cuanto al contenido y los detalles y las fuentes del informe, hay algunas observaciones sorprendentes de las que se puede deducir la poca credibilidad y la parcialidad del periódico hacia uno de los dos lados del conflicto, es decir, la resistencia en el Líbano y la entidad sionista.
El informe citó cinco fuentes: un funcionario de Hezbolá (a quien el informe atribuyó la supuesta historia de piratería informática), una investigadora israelí del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, el periodista libanés Qasem Kassir, un conocido del comandante Fuad Shukr y el periodista Hanin Ghaddar.
En cuanto a la credibilidad: La historia principal del informe, basada en la penetración de la red de comunicaciones internas, fue atribuida por el periódico a lo que llamó un “funcionario de Hezbolá”, sin mencionar su nombre, lo que fue desmentido por la Oficina de Relaciones con los Medios de Hezbolá, que confirmó que ninguno de los redactores del informe se habían comunicado con alguno de los funcionarios de Hezbolá.
Además de este presunto funcionario no identificado, hay un conocido del líder Fuad Shukr, cuyo nombre tampoco fue revelado por el Wall Street Journal.
Este bloqueo de fuentes es una de las herramientas de manipulación utilizadas por el periódico estadounidense para promover la narrativa israelí.
Hay otra cuestión muy importante: una de las autoras del informe es Carrie Keller Lynn, ex recluta del ejército de ocupación israelí y oficial de enlace en la embajada de “Israel” en El Cairo. Aquí no estamos hablando de una investigadora o periodista israelí, sino de una mujer soldado.
Por cierto, Keller Lynn es presentada como una periodista israelí, lo que encubre el hecho de que es una ex soldado del ejército israelí. ITerk, una organización que se ocupa de enviar estudiantes de posgrado a la entidad ocupante, eliminó de su sitio web una entrevista que realizó con Keller Lynn.
En la entrevista, Keller Lynn y su amiga se jactaron de haber servido en el “ejército israelí”, y añadió que realizó actividades contra la campaña global BDS para boicotear a “Israel” durante sus estudios en la Universidad de Stanford en EEUU.
Keller Lynn se hizo famosa el pasado mes de enero cuando escribió un incendiario informe contra la UNRWA, la agencia de ayuda a los refugiados palestinos. El informe, también publicado por el Wall Street Journal, afirmó que el 10 por ciento de los trabajadores de la UNRWA tenían vínculos con los combatientes palestinos que participaron en la Operación Inundación de Al-Aqsa. El informe causó sensación y provocó que muchos países donantes retiraran la financiación a la agencia, que es un salvavidas vital para millones de refugiados. Más tarde, se comprobó que tales afirmaciones no tenían ninguna prueba que las respaldara.
En conclusión, ¿cómo puede el público creer lo que informó un periódico que se basa en la historia de una soldado israelí que tiene un historial de distorsionar la imagen de una agencia de la ONU?
Source: Al Manar