En febrero de 2022, una investigación de Associated Press sobre el abuso sexual desenfrenado en una prisión federal solo para mujeres en Dublin, California, conmocionó a todo el país.
Las detenidas contaron experiencias desgarradoras de cómo fueron sometidas a atroces abusos sexuales y torturas por parte de los funcionarios de la prisión, incluido el director del centro de detención, conocido como el “club de la violación”.
El abuso en la prisión del Área de la Bahía puso de manifiesto la epidemia de abusos sexuales, que afecta a la Oficina de Prisiones de EEUU, con al menos 422 denuncias de abuso sexual de reclusas por parte del personal en 122 prisiones en 2020.
Michael Carvajal, jefe de la Oficina de Prisiones de EEUU, se vio obligado a renunciar luego del escándalo. Thomas Ray Hinkle, otro controvertido alto funcionario con una oscura historia de horribles abusos, fue ascendido.
Un abusador en serie fue reemplazado por otro, continuando el círculo vicioso de abusos que, a lo largo de los años, se ha convertido en un emblema del sistema de justicia estadounidense y las instituciones correccionales.
Según la quinta edición de la Lista Mundial de Encarcelamiento de Mujeres, compilada por investigadores del Instituto para la Investigación de Políticas de Crimen y Justicia (ICPR, por sus siglas en inglés), con sede en EEUU, este último país tiene el mayor índice de población carcelaria femenina del mundo (64 por cada 100.000 habitantes), seguido por Tailandia (47) y El Salvador (42).
El mes pasado, cientos de víctimas de abusos sexuales anunciaron su intención de demandar al estado de Nueva York en virtud de una nueva legislación que les permite disponer de recursos legales para castigar a los perpetradores.
Una de las víctimas, Sadie Bell, de 61 años, dijo que sufrió un embarazo ectópico después de ser violada por un sargento en la prisión de mujeres de Bayview en Manhattan. Otra víctima, Kia Wheeler, de 49 años, dijo que un guardia abusó sexualmente de ella durante meses en la prisión de Bedford Hills en Westchester.
A pesar del terrible historial de derechos humanos, especialmente sobre las mujeres, EEUU continúa sirviendo en el organismo más alto del mundo dedicado a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres: la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW, por sus siglas en inglés) establecida en 1946.
Además de los graves abusos a los derechos humanos en las prisiones estadounidenses, hay innumerables otras áreas donde las mujeres de todo el país se enfrentan a la misoginia, la desigualdad, la discriminación, la violencia y el asesinato generalizados.
Desde principios de año hasta el 30 de noviembre, la policía estadounidense disparó a 42 mujeres, según el Departamento de Investigación de Statista. El año pasado, 56 mujeres fueron asesinadas por la policía estadounidense, en su mayoría mujeres de color o de comunidades indígenas.
La epidemia de violencia policial en EEUU ha alcanzado proporciones alarmantes a lo largo de los años. Lajuana Phillips, madre de tres hijos, fue asesinada a sangre fría por la policía en octubre de 2018 en California. Nicole Walton, madre de dos hijos, fue asesinada a tiros por una patrulla de carreteras en marzo de 2019 en Florida. Crystal Ragland fue agredida fatalmente por un oficial de policía en mayo de 2019 en Alabama y la lista al respecto es larga.
El feminicidio está muy extendido en EEUU, con casi tres mujeres asesinadas por sus parejas íntimas todos los días, según estudios.
En julio, un hombre de 20 años mató a su novia a quemarropa en la ciudad de Nueva York mientras empujaba a su hija de 3 meses en un cochecito, en lo que luego se llamó una “ejecución premeditada”. Según los informes, el feminicidio es más frecuente entre las mujeres de color en EEUU.
Según Everytown for Gun Safety, un grupo sin fines de lucro que rastrea la violencia contra las mujeres en EEUU, al menos 70 mujeres estadounidenses son asesinadas con armas de fuego por sus parejas íntimas cada mes, lo que establece fuertes vínculos entre la violencia doméstica y la violencia armada en el país.
Lo sorprendente es que el feminicidio no está reconocido como delito agravado por la legislación estadounidense, a diferencia de México y otros países sudamericanos, lo que hace que las mujeres sean más vulnerables a la violencia de sus parejas.
La epidemia de violencia doméstica también ha experimentado un aumento alarmante en los últimos años, particularmente durante la pandemia de Covid-19. Un informe del Consejo de Justicia Criminal encontró que los incidentes de violencia doméstica en EEUU aumentaron en más del 8 % durante el confinamiento por la pandemia.
La senadora estadounidense por Alaska, Lisa Murkowski, en un artículo mordaz publicado en CNN en marzo, reconoció que la Constitución estadounidense no garantiza a las mujeres “los mismos derechos y protecciones que a los hombres”.
“Las mujeres no piden privilegios especiales, simplemente igualdad y los mismos derechos legales que los hombres”, escribió Murkowski, expresando una opinión condenatoria a los políticos del país.
La cineasta y activista estadounidense Kamala López también está de acuerdo en que el gobierno de EEUU niega a las mujeres estadounidenses plenos derechos civiles y humanos, a pesar de que constituyen la mayoría de la población.
“Las mujeres obtuvieron el derecho al voto en 1920. Se suponía que el próximo paso sería la plena igualdad de las mujeres bajo la Constitución. Casi un siglo después, eso todavía no ha sucedido. La Constitución de EEUU todavía no otorga a las mujeres los mismos derechos que a los hombres”, dijo recientemente en un videoclip.
Interpretando una encuesta sobre los mejores y peores estados para las mujeres trabajadoras en EEUU el mes pasado, Oxfam dijo que las protecciones para las mujeres contra el acoso sexual eran “casi inexistentes” en los estados de Carolina del Norte, Georgia, Alabama y Mississippi.
Source: Press TV (traducido por el sitio de Al Manar en español)