A pesar de sus diferencias políticas, las sucesivas administraciones de los presidentes estadounidenses George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump han luchado por promover los objetivos expansivos de seguridad de EEUU en Oriente Medio con los recursos limitados disponibles para perseguirlos, señala un artículo de Foreign Policy.
Pero al mismo tiempo, las sucesivas administraciones estadounidenses sabían que era políticamente insostenible utilizar la máxima cantidad de recursos en la consecución de estos objetivos.
Aunque ha tenido varios títulos a lo largo de los años, el enfoque es más o menos el mismo: empoderar a los actores locales a través del apoyo de las fuerzas de operaciones especiales de EEUU, entrenamiento, transferencias de armas, intercambio de inteligencia, etc. para librar guerras que los estadounidenses no pueden o no quieren librar por su cuenta.
Pero estas guerras a través de terceros no lograron los objetivos estratégicos de EEUU. En algunos casos, incluso hicieron lo contrario.
La investigación ha demostrado que los socios de seguridad de EEUU en la región, especialmente las monarquías del Golfo Pérsico, ya son conscientes las deficiencias de sus propios enfoques de guerras a través de terceros. Cuando la Primavera Árabe derrocó a los gobiernos de la región en 2011, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí vieron la inestabilidad como una oportunidad para ganar influencia regional reemplazando a sus oponentes con regímenes más amistosos. Sin embargo, en lugar de lograr victorias rápidas en Libia y Siria como esperaban, estos estados se vieron envueltos en complejos atolladeros sin esperanza de una victoria.
También en Yemen, los huzíes se convirtieron en una fuerza que disparó misiles balísticos contra Riad. Al mismo tiempo, el conflicto ha proporcionado un terreno fértil para Al Qaida en la Península Arábiga. De hecho, la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen habría hecho tratos secretos con elementos de Al Qaida, mientras que las armas estadounidenses vendidas a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos terminaron en manos de estos elementos.
Y eso sin mencionar las consecuencias humanitarias de estos conflictos, que serán duraderas e imprevisibles. La administración estadounidense no puede inmunizarse a sí misma contra cuestiones de inestabilidad, terrorismo y un nivel de polarización social que pueden estar más allá del punto de no retorno; tampoco puede simplemente esperar contener estos conflictos sin que haya consecuencias.
Frente a este legado de fracaso, EEUU debería abandonar su enfoque de acentuar las diferencias e iniciar un tipo de compromiso completamente diferente, centrado en el liderazgo diplomático, señala la revista.
EEUU también debería reevaluar y reformar fundamentalmente su relación con sus socios de seguridad regional, como Arabia Saudí. EEUU debería condicionar su apoyo continuo a estos socios a que pongan fin a sus intervenciones, participen en una diplomacia constructiva y resuelvan los problemas de derechos humanos en casa, sugiere Daniel Benaim.
Incluso con un aumento en la inversión en ayudas y diplomacia, este enfoque sería más barato que la estrategia actual de Washington en Oriente Medio y más eficaz.
Source: Press TV