Una de las 33 víctimas de la campaña de ejecuciones arbitrarias en Arabia Saudí es Muytaba al Suweikat. Él fue uno de los tres adolescentes que fueron condenados a muerte y decapitados el martes 23 de abril.
Muytaba tenía 17 años cuando fue arrestado el 12-12-2012. Se estaba preparando en ese momento para dirigirse al Aeropuerto Rey Fahed para viajar a Michigan, EEUU, donde planeaba continuar sus estudios universitarios en inglés y finanzas.
De confesión shií y originario de la provincia de Al Qatif, en el Este del reino wahabí, anteriormente había participado en las manifestaciones a favor de la democracia que estallaron en 2011 durante la Primavera Árabe, en su ciudad natal, Awamiyat.
Un crimen infame de un régimen tiránico y medieval, pero que también utiliza los medios más sofisticados y modernos contra los opositores.
Los cargos presentados por el Tribunal Penal Especializado de Riad (TPSR) eran múltiples: desobediencia y actividad armada contra el rey, ataques y tiroteos contra las fuerzas de seguridad, civiles y transeúntes, destrucción de bienes públicos, promoción del confesionalismo, caos y alteración del orden público mediante el lanzamiento de cócteles Molotov. Y para cerrar el círculo, fue acusado de ser “miembro de una célula terrorista”.
Y, por supuesto, todos estos cargos se apoyaron en confesiones firmadas por la víctima que fueron extraídas bajo tortura, señala Reprieve, un grupo internacional de derechos humanos con oficinas en Nueva York y Londres, y que opera en todo el mundo
Una vez arrestado, fue colocado de inmediato en un régimen de aislamiento, sin poder contactar con nadie, ni siquiera con su familia, durante los primeros tres días.
Fue a partir de agosto de 2015 que Muytaba fue llevado ante el tribunal de Riad. No se le notificó la fecha del juicio y no tuvo acceso a un abogado antes del mismo, indicó Reprieve en una declaración. Fue durante la primera sesión que lo vio por primera vez
Su sentencia de muerte fue aprobada en junio de 2016, junto con la de otras 13 personas.
“A pesar de la tortura y los malos tratos durante el juicio y las frecuentes advertencias de las Naciones Unidas, las autoridades saudíes no le proporcionaron un medio eficaz para presentar una queja o ejercer su defensa. No tuvo derecho a una investigación de conformidad con el Protocolo de Estambul y su sentencia de muerte fueron llevada a cabo a pesar de la prohibición de la ejecución de menores”, señaló Reprieve.
Es cierto que ya no era menor de edad cuando fue decapitado. Aquí también, el reino wahabí sabe cómo hacer las cosas muy bien. Lo mismo cabe decir de otros dos ejecutados, que fueron detenidos cuando eran adolescentes.
“Al menos tres de las personas ejecutadas hoy fueron arrestadas en la adolescencia y torturadas hasta que obtuvieron confesiones falsas. Algunos de ellos fueron condenados por delitos no letales, como la participación en manifestaciones”, dijo la directora de Reprieve, Maya Foa.
Entre las dos fechas, la de su condena y la de su decapitación, sus profesores estadounidenses se movilizaron para obtener su liberación.
“Declaramos públicamente nuestro apoyo a Muytaba y a otros 13 condenados a muerte. Nadie debería hacer frente a una decapitación por haber expresado sus convicciones durante manifestaciones publicas”, dijeron los profesores en una carta publicada en 2017.
Estos intentos fueron en vano y no pudieron disuadir a los dirigentes saudíes de llevar a cabo las ejecuciones ni tampoco llevaron a la administración de Donald Trump a ejercer su influencia decisiva para impedir su muerte. En el Congreso de EEUU solo tres senadores alzaron el tono: Bernie Sanders, Dianne Feinstein y Debbie Dingell.
“El brutal asesinato de Muytaba al Suweikat es preocupante … Tenía un brillante futuro por delante y Michigan estaba listo para darle la bienvenida como estudiante. En cambio, se enfrentó a torturas inhumanas que finalmente concluyeron con su ejecución”, dijo esta última.
Una convicción que no tiene ninguna oportunidad de hacerse eco de la Casa Blanca, que mantiene una relación histórica y estrecha con el régimen de los Al Saúd.
Donald Trump brinda un apoyo inquebrantable al verdadero hombre fuerte de Riad, el actual príncipe heredero, Mohammad bin Salman, que ha salido indemne en el caso del asesinato del periodista saudí disidente Yamal Khashoggi y continúa con sus acciones.