Ayer, el Consejo Ministerial de Seguridad y Asuntos Políticos celebró una sesión de tres horas y media en Tel Aviv, dedicada a discutir las observaciones libanesas sobre el proyecto de acuerdo sobre la demarcación de las fronteras marítimas del mediador estadounidense Amos Hochstein. Sin embargo, como era de esperar, no se tomaron decisiones de la sesión y no se filtró mucho de sus discusiones.
Según los medios hebreos, los ministros y participantes en la sesión acordaron por unanimidad que el acuerdo en su primera forma, sin las observaciones libanesas, era “excelente” y tenía en cuenta los intereses de seguridad de “Israel” y que los comentarios libaneses al respecto eran inaceptables.
Así, el miniconsejo se alineó con la cúspide de la élite política y adoptó su enfoque buscando aprobar los puntos contenidos en el acuerdo de conformidad con las interpretaciones israelíes y que las observaciones libanesas deseaban aclarar para evitar cualquier confusión sobre ellos más tarde, lo que indica el rechazo israelí de estas observaciones.
Aunque los medios de comunicación indicaron ayer que el Consejo rechazó el acuerdo, en realidad el rechazo estaba relacionado con los comentarios libaneses al respecto, y la diferencia entre ambos asuntos es grande. Rechazar el acuerdo significa poner fin a las negociaciones e iniciar un camino de escalada, mientras que rechazar los comentarios es un señuelo para la intervención estadounidense con el fin de llegar a un acuerdo. Los medios hebreos citaron fuentes de la parte estadounidense ayer que dijeron estar comprometidas a encontrar un arreglo, y que la disputa emergente no cambia el optimismo de que se puede llegar a un acuerdo.
De acuerdo con el jefe de la jerarquía política al rechazar los comentarios libaneses, el mini-consejo también estuvo de acuerdo con el enfoque intimidatorio del ministro de Seguridad y el estamento militar. El consejo “acordó” la posibilidad de lanzar operaciones ofensivas preventivas si hubiera información fidedigna de que Hezbolá se prepara para lanzar un ataque, permitiendo al primer ministro Yair Lapid, el ministro de Defensa Benny Gantz y el primer ministro suplente Naftali Bennett emprender esta tarea sin recurrir al gabinete.
En la práctica, Tel Aviv rechazó los comentarios del Líbano sobre el borrador del acuerdo y declaró que no estaba interesado en un acuerdo que cruzara las líneas rojas israelíes, mientras que sus medios promovieron la disminución de las posibilidades de acuerdo a la luz de los comentarios. ¿Supone esto el fin del proceso de negociación dando lugar a una escalada de seguridad y luego a una confrontación militar?
Las preguntas posteriores al rechazo de Tel Aviv parecen más amplias y más complejas que la propia realidad de la negociación. Es natural que “Israel”no “acepte” los comentarios libaneses tal como fueron recibidos sin pretender enmendarlos, aunque el rechazo, en sí mismo, revela sus intenciones posteriores de beneficiarse de la ambigüedad de una serie de cláusulas que las notas libanesas querían impedir para no vaciar el acuerdo de su contenido.
La negativa israelí estuvo acompañada de la afirmación de que aceptar las notas tal como fueron recibidas significa cruzar las líneas rojas israelíes, lo que permitió a muchos observadores hablar del posible fin de las negociaciones.
En los detalles, “Israel” se niega a abandonar un derecho directo en el campo de Qana, que, según el acuerdo, corresponde al Líbano. El rechazo de “Israel” significa que quiere tener un derecho de veto que impediría a la empresa operadora excavar, extraer o vender los recursos en el campo, excepto de acuerdo con la voluntad de “Israel”. Esto significa que el derecho del Líbano a explotar sus recursos marinos dependería de la voluntad israelí, algo que los libaneses consideran totalmente inaceptable.
Source: Al Akhbar (traducido por el sitio de Al Manar en español)