Debería ser obvio para cualquier persona pensante que la excusa dada por EEUU para cerrar el consulado chino en Houston no se sostiene. No tiene nada que ver con “espiar” los secretos corporativos o médicos y tiene todo que ver con el aumento de las tensiones con la RPC (República Popular de China) para servir a los intereses políticos de Trump a medida que se acercan las elecciones presidenciales de EEUU.
Trump está entre la espada y la pared. Su torpe respuesta a la pandemia de COVID-19 le ha provocado una cascada de problemas políticos. Las crisis que se han venido sucediendo en EEUU, como resultado, no tienen precedentes. La crisis médica provocada por la COVID-19 ha generado una crisis económica y EEUU ha entrado en un período prolongado de recesión, con un gran aumento del desempleo y las bancarrotas. Ella está acompañada por una crisis social provocada por el racismo sistémico y la brutalidad policial, y una crisis educativa, con la quinta parte de los maestros estadounidenses que abandonan su trabajo a la luz de las condiciones inseguras dentro de las escuelas, mientras la pandemia continúa extendiéndose sin cesar. Las cifras de apoyo a Trump en las encuestas se han desplomado como cabría esperar. Es sorprendente que pueda retener aún cualquier respaldo popular dado que todo esto ha ocurrido bajo su mandato. En lugar de hacer que EEUU volviera a ser grande, como prometió, Trump está presidiendo su declive y caída.
Por lo tanto, la perspectiva de la reelección de Trump es bastante débil, y sus fracasos deberían dar lugar a que los demócratas también asuman el Senado. Como parece inevitable de que los demócratas retendrán la Cámara de Representantes, es más que probable que controlen todas las palancas del poder del Estado. Lo único que se interpone en su camino es un Tribunal Supremo conservador lleno de jueces republicanos, pero incluso allí el control del poder por parte de estos últimos es equívoco.
Sin embargo, Trump se da cuenta de que no debe perder, ya que si lo hace estará sujeto a un enjuiciamiento implacable por parte de sus enemigos políticos, sin la protección de la presidencia. Por lo tanto, está llevando a cabo una estrategia de tierra quemada. Cree que la mejor apuesta para él es atacar a China. China se ha convertido así en la bestia negra de la política estadounidense. El juego de la culpa está en su apogeo y todo lo que salió mal para Trump ahora está siendo atribuido a China. La política anti-China de Trump ha obligado a los demócratas a seguir el ejemplo para demostrar que no se han “ablandado con China”, como alega el actual presidente.
Pero los cargos espurios contra China son engañosos en el mejor de los casos. El cierre del consulado chino en Houston es un buen ejemplo. Las embajadas y consulados de EEUU en el extranjero son conocidos por ser nidos de agentes de la CIA, que utilizan sus cargos para fomentar revoluciones de color respaldadas por EEUU. Y ayudan e incitan a los “disidentes” en varios países para que sirvan como una quinta columna para los intereses estadounidenses. Acusar a los diplomáticos chinos de espionaje es el colmo de la hipocresía. Los chinos no se están comportando de manera diferente a lo que han hecho en los últimos 35 años, entonces, ¿por qué cerrar su consulado ahora? Obviamente es una estratagema política para aumentar las tensiones con la esperanza de que Trump recupere el favor del público.
China no inició la política de medidas y contramedidas ahora implementada por ambas partes. Las acciones de China en todos los ámbitos han sido una respuesta a la postura agresiva de EEUU y sus aliados. Sin embargo, Trump ve los ataques a China como una de las pocas cartas que le queda por jugar, por lo que no dejará piedra sin remover para hacerlo. Sin importar quién gane en noviembre, sin embargo, cabe esperar un retiro desde el borde del precipicio, ya que EEUU tiene demasiadas heridas que lamer.
Source: Press TV