Los líderes religiosos estadounidenses el martes (2 de junio) denunciaron la violencia policial en Washington y criticaron la decisión de Donald Trump el día anterior de dispersar violentamente a los manifestantes para ser fotografiado frente a una iglesia dañada, con una Biblia en la mano.
“Fue traumático y profundamente insultante en el sentido de que algo sagrado fue secuestrado por una postura política”, denunció en la radio pública NPR Mariann Budde, la obispo episcopal de Washington.
Según ella, el multimillonario republicano, que cuenta entre sus partidarios con varios cristianos evangélicos, usó “el poder simbólico de nuestro libro sagrado y lo sostuvo en su mano como si fuera la justificación de sus posiciones y su autoridad”.
En el momento de la dispersión, “la manifestación era completamente pacífica” y “no había justificación” para el uso de la fuerza, dijo la obispo.
Donald Trump adoptó un tono marcial en la Casa Blanca el lunes al amenazar con pedir al Ejército que restablezca la calma en el país, donde cientos de miles de personas han expresado su enojo desde la muerte el 25 de mayo de George Floyd, un afroamericano de 46 años, durante su arresto policial en Minneapolis. Las manifestaciones pacíficas a veces han degenerado en disturbios.
Mientras hablaba, varios cientos de personas que protestaban fuera del recinto presidencial fueron dispersadas con gases lacrimógenos.
El objetivo era despejar el camino hacia la Iglesia de San Juan, un edificio icónico cercano perteneciente a la Iglesia Episcopal, que fue degradado el domingo por la noche. El presidente fue a pie, rodeado de miembros de su gabinete, para ser fotografiado allí, con una biblia en la mano.
Un acto “vergonzoso y moralmente repugnante”
Otros dirigentes episcopales de Nueva Inglaterra (noreste) en un comunicado denunciaron un acto “vergonzoso y moralmente repugnante” y señalaron que el presidente quería “afirmar tener el apoyo de los cristianos y de la Iglesia Episcopal” al participar en esta sesión de fotos.
La visita del presidente y la primera dama al santuario nacional de San Juan Pablo II en el noreste de la capital federal el martes también causó consternación entre la jerarquía católica.
“Me resulta desconcertante y reprensible que un sitio católico permita ser secuestrado y manipulado de manera tan flagrante (y) que viola nuestros principios religiosos”, dijo el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, en un comunicado.
El soberano pontífice, que murió en 2005, “ciertamente no habría respaldado el uso de gases lacrimógenos y otros elementos de disuasión para silenciar, dispersar o intimidar (a los manifestantes) con el fin de ser fotografiado frente a un lugar de oración y paz”, agregó.
Source: AFP