Cuando Bernard-Henry Levy, el conocido activista sionista francés, actúa, uno puede ver cuales son los objetivos del régimen sionista, a cuyos intereses él fielmente sirve. Él es conocido por su apoyo a las guerras de Libia y Siria contra los gobiernos de esos países y, más recientemente, por su apoyo a la fallida independencia del Kurdistán iraquí.
El último objetivo de BHL parece ser Turquía. En un reciente artículo publicado en el Wall Street Journal, él afirma que Turquía “es un aliado (de Occidente) en el que no se puede confiar” y acusa a ese país de ser el patrocinador del extremismo islamista y de alimentar la violencia en Siria (!). Él abogó, pues, por la expulsión de Turquía de la OTAN. Todo esto demuestra que Turquía se encuentra ahora en la lista de objetivos israelíes y también estadounidenses.
Turquía fue, hasta su aproximación a Rusia e Irán hace dos años, el país que los politólogos occidentales y amigos de Israel presentaban como “el modelo para el mundo islámico”. El presidente Recep Tayyip Erdogan y su gobierno eran paradigmas del “Islam moderado”. Sin embargo, cuando Erdogan atacó a Israel y se aproximó a Hamas, anunció el acercamiento a Rusia e Irán y se negó a cumplir las sanciones norteamericanas contra este último país, las cosas cambiaron.
BHL, un apologista de la “revolución siria”, ha descubierto de repente que Turquía suministró armas a grupos vinculados a Al Qaida, como el Frente al Nusra, y al Daesh. También critica sus ataques a las milicias kurdas en el norte de Siria, con la esperanza, sin duda, de que éstas algún día busquen desgajarse de Siria.
Los ataques de BHL contra Turquía coinciden con una guerra económica abierta contra Turquía por parte de EEUU y varios intentos de destruir la lira turca. No sería sorprendente si EEUU impone nuevas sanciones contra Turquía con la excusa de negarse a liberar al pastor Andron Brunson y opta por armar a grupos contrarios a Ankara y apoyarles financieramente. La decisión de Arabia Saudí de enviar 150 millones de dólares a áreas kurdas en el noreste de Siria puede ser vista en este contexto.
Turquía ha cometido, en efecto, muchos errores en Siria, donde fue de la mano de los mismos que ahora le hacen frente. El gobierno de Erdogan participó en el plan norteeamericano para destruir este país árabe. Ahora, ha acabado con lo que el propio Erdogan describió como un puñal estadounidense clavado en su espalda.
EEUU no desea aliados sino instrumentos para ser empleados al servicio de sus planes de dominación en Oriente Medio y otras zonaas del mundo. Su objetivo, en consonancia con los del sionismo internacional, es impedir que cualquier estado árabe o islámico adquiera poder, ya sea militar o económico. Es por ello que invadió Iraq y Libia, impuso sanciones contra Iraq y ordeña a los estados del Golfo Pérsico haciéndolos gastar enormes cantidades en armas además de otras medidas de extorsión.
De momento, los estados independientes de la región han tomado sus medidas. Siria está ganando la guerra y Rusia, Irán y Turquía trabajan en una serie de esquemas para confrontar las políticas agresivas y hegemonistas de EEUU e Israel. Como muestra, cabe citar el reciente tratado sobre el Mar Caspio suscrito por los países ribereños, incluyendo Rusia e Irán.
El presidente Erdogan, una vez descubierto el feo rostro del poder estadounidense, debe llevar a cabo una radical revisión de su actual política, cooperar con Damasco, poner fin a cualquier apoyo a los terroristas y mirar hacia el Este favoreciendo una alianza ruso-chino-islámica que incluya a Rusia, China, Turquía, Irán, Iraq, Siria y Pakistán para contrarrestar las políticas de Washington.
No hay duda de que las actuales políticas estadounidenses suponen la declaración de una guerra económica contra Turquía y un intento de derrocar mediante un golpe de estado económico al gobierno de Erdogan, como intentaron antes en Siria e intentan ahora en Irán. Es de esperar que esto provoque el despertar y una reacción en consonancia de los turcos.
Source: Ray al Youm