El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, declaró el estado de emergencia en el Distrito Federal de Brasilia luego de que miles de simpatizantes de su predecesor de extrema derecha, Jair Bolsonaro, invadieran el Congreso, la Corte Suprema y el Palacio Presidencial del Planalto destrozando mobiliario, patrimonio histórico y obras de arte.
El líder izquierdista, que asumió la semana pasada, dio la orden el domingo y designó al ministro de Justicia, Ricardo García Capelli, para liderar la “intervención federal”. La orden de Lula otorga a Capelli la potestad de solicitar tanto a organismos civiles como militares “los medios necesarios para alcanzar el objeto de la intervención”.
Después de horas de enfrentamientos, la policía antidisturbios, utilizando gases lacrimógenos y cañones de agua, logró recuperar el control de los edificios gubernamentales el domingo por la noche. Las autoridades anunciaron que al menos 400 personas fueron detenidas, y el ministro de Justicia advirtió que los arrestos continuarían durante toda la noche, mientras los investigadores intentan identificar a todos los involucrados en lo que denominó un acto de “terrorismo” y un intento de “golpe de estado”.
La orden de emergencia permanecerá vigente hasta el fin de mes. El alcance de la orden se limita al Distrito Federal de Brasilia, y su objetivo declarado es “poner fin a la grave violación del orden público en el Distrito Federal, marcado por actos de violencia e invasión de edificios públicos”.
Para lograr ese objetivo, Capelli podrá recurrir a “los recursos financieros, tecnológicos, estructurales y humanos del Distrito Federal”, incluidos, entre otros, el ejército y la policía, según sea necesario.
Prometiendo hacer que los responsables del caos “paguen con la fuerza de la ley” en un discurso televisado, Lula se comprometió a llegar al fondo de “quiénes son los financiadores” del enjambre de manifestantes, la mayoría vestidos con atuendos a juego con los colores de la bandera brasileña, que se apresuró a atravesar una barricada y entrar en los edificios gubernamentales.
Denunció a los manifestantes como “vándalos y fascistas”, acusando a Bolsonaro de llenarles la cabeza de extremismo.
Los simpatizantes del ex líder han estado organizando manifestaciones caóticas desde que perdió una reñida elección ante su rival de izquierda en octubre, bloqueando carreteras, incendiando vehículos y, en un momento, incluso rodeando una instalación militar para tratar de convencer a los soldados que se encontraban dentro de levantarse y restaurar a Bolsonaro en el poder.
Bolsonaro salió de Brasil en dirección a EEUU varios días antes de la tradicional ceremonia de traspaso que instaló a Lula en la presidencia en lugar de aparecer para legitimar la victoria del izquierdista al presentarse, sosteniendo que su derrota había sido injusta, incluso aunque condenó las violentas protestas que resultaron. Lula culpó a su antecesor de lo que describió como la violencia “sin precedentes” del día, declarando que “esto también es responsabilidad de él y de las partes que le apoyan”.
Source: RT