Mientras los medios occidentales se centran en compartir testimonios de todo tipo de ‘activistas’ y ‘blogueros’ sobre las ‘masacres’ de civiles de Alepo por las fuerzas gubernamentales, quedan silenciados los verdaderos ciudadanos sirios, que durante años estuvieron viviendo en zonas controladas por los ‘moderados’.
Un corresponsal de Sputnik se trasladó a las zonas desocupadas de Alepo, para traernos algunos de sus testimonios. Bushara as-Said Taha tiene 35 años y vive en la zona de Sukkari, que desde el principio del conflicto estuvo bajo control de los radicales.
Cuenta que su casa fue destrozada, sus muebles quemados y a ella la sacaron a la calle respaldando esa decisión con un disparo al aire. “Vivíamos libres y en seguridad, pero después llegaron los terroristas. Ellos se entrometieron en nuestro hogar y le exigieron a mi marido que cooperara con ellos. A los que hacían resistencia los torturaban y los asesinaban.
Para eso realizaban ejecuciones públicas en la plaza principal de nuestro barrio. El terror se apoderó de nosotros. Tengo una pequeña bebé de casi año y medio que ya ha sufrido mucho durante su corta vida. No ha tenido suficiente leche, alimentos, ropa, pañales. Ahora ella llora de cualquier sonido fuerte, sobre todo el de las balas y proyectiles”.
Según Bushara, después de la liberación de la ciudad las personas han vuelto a ver con optimismo su futuro. “Dios nos creó y estamos a su merced. Los terroristas no pueden conquistar nuestro espíritu, no tienen ese poder”, concluyó.
“Los terroristas dejaron a los niños sin posibilidades de estudiar”, compartió con Sputnik Mariam Abdul Gani, de 37 años y madre de tres hijos.
Según nos contó Mariam, los radicales castigaban cruelmente a los hombres por la sola sospecha de que pudiesen tener vínculos con las fuerzas del gobierno o por cuestionar sus políticas. Era prácticamente imposible convencerlos de que estaban equivocados. Entonces los asesinaban, crucificaban, los arrastraban desnudos y atados por las calles.
“Los terroristas destruyeron nuestro hogar. Es casi imposible vivir ahí. No hay ni electricidad, ni agua, ni línea telefónica. Además, todos los civiles sufríamos por los altos precios. Los ocupantes nos vendían el pan con precios inadmisibles”. Mariam Abdul Gani
Abd al-Munim al-Hamdu, de 37 años, muestra una triste sonrisa en su rostro. Su familia perdió a su único hijo de tan solo 6 años de edad.
“Un día antes de morir, Bara y yo fuimos a dar un paseo. Compramos unas shawarmas cuando quise tomarle una foto. En un momento él se distrajo y le dije “mira a la cámara”, pero Bara me respondió ‘estoy hablando con la Luna’. ‘Mañana nos vemos, le dijo y se rio.
Al día siguiente lo acompañe a la escuela en el barrio de Bustan al-Qasr, zona limítrofe con los barrios ocupados por los terroristas. Bara salió del vehículo, se detuvo al borde de la acera y me miró. Con la mirada me dijo que me amaba… unos segundos y un francotirador le quitó la vida”.
Ahora Abd trata de superar su dolor y contarle a la gente la verdad sobre quiénes eran en realidad ‘los moderados’. Trabaja en los medios de comunicación de Alepo y vela por los intereses de los niños y el país.
Source: Sputnik