Medios de prensa y redes sociales divulgaron el lunes con amplitud testimonios del terror y muerte propiciados por los grupos terroristas en áreas cercanas a Damasco liberadas a principios de 2018.
Entre el 2013 y el 2018, extremistas armados de las organizaciones Estado Islámico, Daesh en árabe, y el otrora Frente Al Nusra, fundamentalmente, se atrincheraron en las regiones de Guta, Harasta, Yarmuk, Qabum y Duma, luego de fracasar en la toma de la capital y en medio de una población civil cercana a las 300 mil personas.
En ese tiempo, a pesar de treguas acordadas con el Ejército sirio para evitar bajas entre la población civil, asediaron la capital con continuos ataques con morteros, intentos de infiltraciones y golpes con suicidas y coches bombas que impedían el tráfico por vías tradicionales de comunicación.
Incluso sabotearon el abastecimiento de agua potable a casi seis millones de personas.
A partir de mediados del 2016, cuando las Fuerzas Armadas sirias y milicias aliadas avanzaron en la liberación del resto del país, se decidió el desarrollo de una ofensiva contra esas zonas y que a principios del año recién terminado dio como resultado la derrota de los grupos terroristas.
Poco a poco, las operaciones de rastreo y desminado del Ejército y unidades especiales, permitieron descubrir túneles, escondites y centros de tortura de los extremistas, así como las presiones de intimidación y espanto implantadas contra la población civil y la ayuda que recibían de sus patrocinadors occidentales y de la región del Medio Oriente.
Fuentes como la agencias de Noticias ANNA, Sputnik, Russia Today, SANA, la televisión siria o el sitio web Topete, documentan esos hechos que costaron la vida de miles de personas y una enorme destrucción de áreas pobladas en cerca de 400 kilómetros cuadrados.
En Duma, apenas a 10 kilómetros del centro de Damasco, hay testimonios como los del niño Alí: ‘Tenía 11 años cuando me llevaron por la fuerza a entrenarme. Me enseñaron a usar armas, decían que las armas lo son todo, que son más importantes que nuestros padres’.
En reiteradas ocasiones, fue testigo de cómo los terroristas ‘venían en camionetas con la parte trasera abierta, bajaban a un hombre, le ponían un fusil en la sien’ y luego le pegaban un tiro en la cabeza o lo mataban con un cuchillo.
Si le cortaban la cabeza, la ponían sobre la camioneta y se ponían a dar vueltas con ella, mientras que si lo fusilaban, colocaban el cuerpo sobre la camioneta y recorrían los alrededores de manera que ‘todos lo pudieran ver, tanto los adultos como los niños, contó.
Lejos de ser el único caso, una historia similar a la de Alí le ocurrió a Habib, un menor de Maskanah, en la provincia siria de Alepo.
En 2013, esta ciudad fue tomada por Al Nusra y más tarde por el Daesh. Los extremistas obligaban a todos los niños a asistir a cursos de entrenamiento como soldados.
Tenía 8 años cuando empezaron a llevarnos a la fuerza para enseñarnos a ser soldados, relató Habib, y prosiguió: ‘Nos enseñaron a montar y desmontar armas’ mientras ‘nos decían que los soldados del Ejército Árabe Sirio eran perros, animales’, de modo que ‘todo el que matara a un soldado del Ejército Árabe Sirio, después de morir iría al paraíso.
Al igual que en el caso de otros menores, el pequeño también presenció cruentas ejecuciones: ‘Les cortaban la cabeza a las personas y obligaban a los niños a jugar con ellas al fútbol’, por lo que ‘después de ver eso, empecé a tener pesadillas, ‘confesó.
‘Yo tenía 6 años cuando nos llevaron a mis primas y a mí’, contó Hanin, hermana de Habib. ‘Nos hacían estudiar el Corán, dinamitaban escuelas, nos obligaban a ir a la mezquita y nos enseñaban a usar armas’, continuó la pequeña, añadiendo que ‘les tenía miedo porque tenían un aspecto aterrador’ y ‘unas barbas horribles, eran asquerosos’.
Las escenas de violencia que presenciaron estos niños los afectaron. Algunos quieren imitar lo que vieron con sus juguetes o con los miembros de su familia, por lo cual los psicólogos reciben quejas de colegios sobre niños agresivos e incontrolables.
Pero a pesar de la dura experiencia vivida, Alí se muestra optimista: ‘Me gustaría ser periodista, aprender otros idiomas y viajar mucho’, ya que los extremistas ‘no nos dejaban estudiar’ pero ‘ahora mi sueño es tener una buena educación’.
Nada de este tipo de enfoque es divulgado con realismo por los medios occidentales porque para estos, la manipulación mediática de lo que sucede en Siria es mejor tener creencias diabólicas que ideas.
Source: Prensa Latina