Esta mañana, las autoridades libanesas entregaron al prisionero israelí Saleh Abu Hussein a través del cruce de Ras al-Naqura, un año después de su detención en territorio libanés en el punto álgido de la agresión israelí contra el Líbano.
El anuncio no provino de Beirut, sino de Tel Aviv, donde la oficina del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, emitió un comunicado en el que afirmaba: «Hemos recuperado a un ciudadano israelí que había estado detenido en el Líbano durante un año». El comunicado indicó que la liberación se produjo tras «negociaciones secretas que duraron varios meses con la asistencia de la Cruz Roja».
La ironía es que los libaneses desconocían la presencia del prisionero en su territorio durante este período, y ni la presidencia, ni el gobierno actual o anterior, ni los servicios de seguridad habían emitido previamente ningún comentario oficial sobre el caso. Esto significa que la decisión de extradición quedó limitada a un ámbito muy restringido, que ninguna de las partes se atrevió a revelar públicamente.
El Líbano no recibió ninguna recompensa política ni negociada por la entrega del prisionero israelí. Esto fue confirmado por funcionarios israelíes, quienes confirmaron al Canal 12 que “Israel no entregará a ningún prisionero libanés a cambio de prisionero Abu Hussein”.
El enemigo sionista mantiene retenidos en sus cárceles a al menos 16 prisioneros libaneses. Fueron arrestados durante la guerra o durante la marcha de la población local para liberar el territorio libanés ocupado tras el alto el fuego.
Sin embargo, el Estado libanés no ha presentado a estos prisioneros como una condición previa ni siquiera como parte de un acuerdo equilibrado. Es como si el regreso de un prisionero israelí fuera más importante que el destino de los prisioneros libaneses, quienes han estado ausentes de cualquier declaración oficial.
Mientras tanto, no ha surgido ningún comentario oficial que explique públicamente los motivos de la decisión. Ni el primer ministro Nawaf Salam ni la presidencia ofrecieron ninguna explicación: ¿Por qué se entregó al prisionero? ¿Existía una obligación legal? ¿O fue simplemente una respuesta a una solicitud externa? Esta ambigüedad aviva las sospechas y da la impresión de que las autoridades libanesas están manejando asuntos delicados sin tener en cuenta la transparencia ni el interés nacional.
Source: Al Akhbar