El hombre que hace poco se jactó de haber “aniquilado total y completamente” la capacidad nuclear de Irán, en una discreta y consecuente admisión ha desmentido ahora esa jactancia.
En una entrevista con Fox el 15 de agosto de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump admitió que “no quería incluir la destrucción” de las instalaciones nucleares de Irán en sus autoproclamados triunfos militares.
“Porque no la considero (tal evaluación) necesariamente concluyente”, dijo. Esa evasiva no es una nota al pie menor. Es la confesión sin adornos de que la alegación de una supuesta “aniquilación” del programa nuclear iraní se desplomó en medio de la incertidumbre en el momento en que hechos independientes y filtraciones perforaron la narrativa.
Esto no es teatro político. Es la visible ruptura de un manual occidental de larga data, que consiste en el maximalismo público actuando de la mano con la ambigüedad y prudencia en privado.
Washington y sus cómplices han recurrido durante décadas a operaciones encubiertas, sabotajes selectivos, ataques militares y titulares impactantes para crear la impresión de un “fin definitivo” del programa nuclear pacífico de Irán.
Sin embargo, esa narrativa ha quedado superada repetidamente por la realidad. El patrón —desde sabotajes encubiertos fallidos hasta ciberguerra y asesinatos— no ha producido los resultados deseados. La nueva retirada de Trump evidencia que su antigua confianza en sí mismo se está debilitando.
Basta con observar la semana reciente. Tras la cumbre de Alaska y la entrevista con Sean Hannity, de Fox News, los portavoces y funcionarios de seguridad estadounidenses se encontraron haciendo malabarismos con argumentos contradictorios: afirmaciones presidenciales de un éxito casi total y decisivo; filtraciones de inteligencia que ya habían surgido e indicaban solo un daño limitado en el programa de energía nuclear de Irán; y un Departamento de Estado que respondió a los periodistas con evasivas cuidadosas.
Esta confusa coreografía expone una grieta profunda en la tan cacareada armadura de Washington. La afirmación de “aniquilación” se convierte en una admisión de fracaso.
Las filtraciones y evaluaciones independientes publicadas en junio demostraron que los ataques estadounidenses habían, en el mejor de los casos, retrasado el trabajo pacífico de enriquecimiento de uranio de Irán durante meses, no años.
Si la propia comunidad de inteligencia de Washington no se pone de acuerdo sobre la naturaleza del daño, entonces las declaraciones políticas se convierten en la única moneda de cambio, y las declaraciones políticas son efímeras.
Cuanto más drástico es el intento externo de coerción, más ha acelerado Teherán el desarrollo del programa y las medidas de protección en torno a sus instalaciones nucleares, convirtiendo la agresión en resiliencia.
El enemigo puede lanzar bombas. Irán responderá con la legítima defensa, y la reconstrucción. Una reconstrucción de la que el ministro de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, dijo en una ocasión superará las peores pesadillas del enemigo.
“Las instalaciones y los edificios se levantarán de nuevo con el tiempo, restaurados con mayor grandeza y fuerza, aunque lleve años”, escribió el alto diplomático en una publicación de Instagram el 28 de junio tras asistir al funeral de los mártires durante la guerra no provocada de 12 días con “Israel” y EEUU.
Source: Press TV