El director del periódico Rai al Youm, Abdel Bari Atwan, ha analizado la reciente declaración de Mohammed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí sobre Siria y el papel del presidente Bashar al Assad.
Atwan considera que “las declaraciones del príncipe heredero saudí publicadas el viernes en el New York Times, según las cuales él reconoce que el presidente sirio continuará en el poder suenan como un reconocimiento claro de derrota por parte de Riad tras siete años de guerra. Esto significa también que la guerra toca a su fin”. Cabe señalar que no hace muchas fechas, el ministro de Exteriores sirio, Adel al Yubeir, afirmaba que Assad abandonaría el poder por medios pacíficos o por medio de la fuerza.
Bin Salman realizó estas declaraciones durante su visita a EEUU, donde él se reunió con el presidente y altos funcionarios norteamericanos. Esto significa que él repitió lo que oyó decir allí a unos u otros y no encontró nada que añadir.
Fue el propio Yubeir ya hace un año el que tuvo que desdecirse de sus anteriores declaraciones y comunicar al líder del grupo de Riad de la “oposición siria”, Riyad Hiyab, que se hiciera a la idea de que Assad iba a continuar en el poder y tomara, en consecuencia, las medidas adecuadas. Después de aquella conversación Hiyab dimitió y partió hacia EEUU alegando como pretexto unas “razones médicas”.
Bin Salman afirmó que estaba por el mantenimiento (ilegal) de las tropas estadounidenses en Siria, puesto que cree que éstas podrían contrarrestar la influencia de Irán en ese país.
En relación a este punto, cabe decir que las relaciones entre Irán y Siria son estratégicas y no pueden ser consideradas en términos de “superior o subordinado”, que es siempre la forma en que Arabia Saudí pretende relacionarse con otros países árabes.
Assad es el líder de Siria, un país dotado de una civilización de 8.000 años y que siempre ha tenido una identidad política independiente, como todos los grandes países árabes. Si esto no hubiera sido así, no habría podido hacer frente a una guerra de siete años ni a los peores complots de las potencias occidentales y algunas regionales en su contra.
La nueva estrategia saudí parece ser la de intentar acercamientos a Siria e Iraq, dos aliados de Irán en la región para intentar distanciarlos de Teherán. Sin embargo, este planteamiento está condenado al fracaso teniendo en cuenta los sólidos vínculos políticos, militares, económicos e incluso religiosos que unen a estos países con Irán y el rechazo total que la población siente hacia Arabia Saudí por su guerra no declarada y su apoyo al terrorismo en dichos países. Esta repulsa al régimen saudí se ha plasmado en las recientes protestas masivas en Bagdad que llevaron a anulación de Bin Salman a Iraq.
Ahora, la rendición del Yaish al Islam, un grupo wahabí apoyado por Riad, en la ciudad de Duma, en la Guta Oriental, ha supuesto el golpe de gracia para la influencia saudí en Siria.
Siria y su gobierno están en la actualidad en vías de restablecer su control sobre todo su territorio y en este contexto cabe ver este reconocimiento de fracaso por parte del país que estuvo entre los que más contribuyeron al intento de derrocamiento del sistema político sirio y al estallido de la guerra en Siria.
Todo ello abre la vía a una nueva Siria, que saldrá reforzada del conflicto y que emergerá de las ruinas. Cada país y gobierno deberá, pues, replantearse rápidamente su estrategia teniendo en cuenta esta nueva situación.
Source: Al Manar