La guerra israelí contra Irán ha tenido un profundo impacto en el centro de la toma de decisiones en Teherán. El apoyo casi unánime de Occidente a “Israel” y la condena a Irán, sumado a la activa participación de EEUU en los bombardeos de territorio iraní, ha empujado a Teherán a abandonar su intento de “apaciguar” a Occidente para el levantamiento de las sanciones y a apostar por una inversión significativa en una relación estratégica con China.
Esta es la conclusión de un informe publicado por el sitio web “Foreign Policy” titulado “La política exterior iraní está cambiando”. El informe examinó el debate interno iraní sobre las relaciones con Occidente tras la guerra con “Israel”, que condujo al actual cambio estratégico de Teherán hacia Pekín.
La autora del informe, Sina Toosi, investigadora del Centro de Política Internacional, afirma que cuando el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, habló a finales de agosto, descartó los llamamientos a conversaciones directas con Washington como “superficiales” y afirmó que el conflicto con EEUU era “irresoluble”. Afirmó que el verdadero objetivo de EEUU era hacer que Irán fuera “obediente”, un insulto que los iraníes resistirían “con todas sus fuerzas”.
Pero las palabras de Jamenei, si bien contundentes e influyentes, son solo un aspecto del panorama político iraní de posguerra. En Teherán, facciones rivales se apresuraron a ofrecer declaraciones y propuestas sobre cómo el país debería responder a la agresión.
El autor añade que, tras el fragor del debate, se esconde una pregunta más profunda: ¿Qué opción real le ha ofrecido Washington a Irán aparte de la presión y la hostilidad? En el corazón de este debate interno iraní, ha comenzado a surgir un punto de acuerdo: alejar a Irán de cualquier esperanza de distensión con EEUU y Europa, y acercarlo a un cambio fundamental hacia China.
A nivel institucional, el cambio se avecina. Ali Lariyani, ha sido nombrado secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, el máximo órgano de decisión de Irán en materia de política exterior y de defensa. Dentro del consejo, se ha establecido un nuevo “Consejo de Defensa”, el primero desde la guerra entre Irán e Iraq (1980-1988), una señal de que Teherán no solo está aprendiendo las lecciones de la guerra anterior, sino que también se prepara activamente para el próximo conflicto, según la misma fuente.
La autora señala que la postura oficial de Irán se ha mantenido prácticamente inalterada: Irán afirma su derecho al enriquecimiento y se niega a negociar sobre cuestiones no nucleares. Altos funcionarios, desde el ministro de Asuntos Exteriores, Abbas Araqchi, hasta el propio Jamenei, han declarado repetidamente que Teherán no aceptará ningún acuerdo que imponga una renuncia total al enriquecimiento. Al mismo tiempo, persisten indicios de flexibilidad, y el viceministro de Asuntos Exteriores reafirmó recientemente la postura tradicional de Irán de que su país “puede ser flexible en cuanto a sus capacidades y los límites del enriquecimiento”. Sin embargo, como declaró Lariyani en una publicación en X el 2 de septiembre, “la vía de negociación con EEUU no está cerrada”, pero exigencias inaceptables como las restricciones a los misiles “cancelan cualquier conversación”.
A pesar de todo esto, no hay pruebas de que Irán se apresure a producir una bomba nuclear. De hecho, su programa nuclear se ha mantenido deliberadamente envuelto en misterio, sin supervisión internacional de las instalaciones dañadas ni visibilidad de sus reservas de uranio y centrifugadoras. Los analistas iraníes describen esta ambigüedad como un activo estratégico que refuerza la disuasión sin cruzar el umbral nuclear. Sin embargo, el cambio más decisivo se está produciendo en la orientación estratégica a largo plazo de Irán. Teherán ahora se inclina ahora más claramente hacia las potencias no occidentales, especialmente China, y está posicionando esta alianza como una piedra angular de su estrategia de posguerra, según la misma fuente.
El cambio estratégico de Irán hacia China
Contrariamente a muchos análisis occidentales, Toosi argumenta que Irán no abrazó plenamente a China, incluso después de que Trump se retirara del acuerdo nuclear en 2018. Como señaló recientemente el periódico conservador Farhikhtegan, Teherán siempre ha tratado a Pekín como una opción de contingencia, abandonando grandes propuestas cada vez que surgen oportunidades fugaces de acercarse a Occidente.
De hecho, durante el levantamiento temporal de las sanciones tras el acuerdo nuclear de 2015, Teherán otorgó lucrativos contratos a empresas occidentales como Total, Airbus y Boeing, ignorando a las empresas chinas. Como admitió Hossein Qaheri, director del Centro de Estudios Estratégicos Irán-China: «En varias ocasiones, por ganancias a corto plazo, abandonamos a China. Los chinos han reiterado su falta de confianza estratégica en Irán», según la misma fuente.
El autor señala que las repercusiones de la guerra y el regreso de las sanciones de la ONU han obligado a Teherán a replantear su enfoque. Si quiere que China invierta en infraestructura y defensa, debe actuar como un socio genuino a largo plazo, no recurrir a Pekín solo en tiempos de crisis. Incluso muchos reformistas han compartido esta opinión.
Este discurso sentó las bases para la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin, China, que ofreció el indicio más claro hasta la fecha de un cambio decisivo hacia Pekín. Para Teherán, el momento era crucial. Aún impactado por la guerra de 12 días y ante una posible reanudación de las sanciones de la ONU, recibió una inusual cobertura diplomática cuando los líderes de la organización condenaron los ataques estadounidenses e israelíes.
Mientras tanto, Abbas Araghchi se unió a sus homólogos ruso y chino en una carta conjunta a las Naciones Unidas rechazando la reimposición de las sanciones, calificándola de ilegal y políticamente destructiva, según la misma fuente.
Pezeshkian también aprovechó la cumbre para alinearse públicamente con la agenda de Pekín, apoyando los llamados a una reforma de la gobernanza global, el fin del dominio del dólar y nuevos mecanismos de respuesta a las crisis, a la vez que presentó el puerto iraní de Chabahar, en el océano Índico, como un enlace clave para la interacción de China con Asia Central y otras regiones. En Pekín, Xi se comprometió a respetar los derechos nucleares, la soberanía y la dignidad de Irán, y ambas partes acordaron la “máxima implementación” de su acuerdo de 25 años.
Pero la señal más reveladora provino de Pekín cuando invitó a Irán —pero no a EEUU, ni a la mayor parte de Europa ni a algunos países del Golfo— a su desfile militar en conmemoración de la “victoria de la Segunda Guerra Mundial”, un guiño al lugar de Teherán en el orden multipolar imaginado por China. Como expresó Araghchi: “La visita del presidente a China pasará a la historia como una de las más importantes de nuestra historia”.
En este contexto, Toosi señaló que las declaraciones de Jamenei en agosto también incluyeron un notable respaldo a Pezeshkian. Instó a los iraníes a “apoyar a los servidores del país y al presidente”, describiéndolo como “trabajador, perseverante y diligente”. Tras la guerra, este mensaje busca demostrar el consenso dentro de Irán.
Para Washington y Europa, todo ello representa un punto de inflexión. Continuar la senda de la presión y el conflicto amenaza con empujar a Irán aún más hacia la órbita de China y profundizar su desafío nuclear.
Source: Al Akhbar



